En el mundo un tercio de los alimentos se pierde. Las razones varían dependiendo de la zona, y mientras que en los países desarrollados éstos se pierden a nivel del consumidor, en los países en vías de desarrollo o subdesarrollados cerca del 40% del alimento se pierde justo después de la recogida de las cosechas debido a la falta de una adecuada infraestructura de almacenamiento. Si a esto le añadimos que cerca del 20% de la población mundial aún no dispone de acceso a la electricidad, se hace necesario facilitar el uso de dispositivos capaces de refrigerar los alimentos para mejorar su conservación sin necesidad de suministro eléctrico o una fuente de energía externa.
En Nigeria, el profesor Mohammed Bah Abba, consciente de esta necesidad, desarrolló un sistema de refrigeración basado en el fenómeno del enfriamiento por evaporación. A este sistema se le conoce como pot-in-pot.
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El sistema pot-in-pot está formado por dos vasijas de cerámica porosa de forma similar, una mayor que la otra. La de menor tamaño se sitúa dentro de la mayor y el espacio entre ambas se rellena con arena, la cual se humedece con agua. En el interior de la vasija de menor tamaño se depositan los alimentos a conservar, y se aísla el sistema con un material húmedo por la parte superior, generalmente un paño.
De esta manera, y gracias al fenómeno termodinámico de enfriamiento por evaporación, se consigue enfriar el interior del pot-in-pot, alcanzando temperaturas en torno a 10 grados inferiores a la exterior, que pueden llegar a ser 15 o más en las condiciones adecuadas. El uso de estos dispositivos, popularizados por el profesor Bah Abba, presenta una serie de ventajas importantes:
- Permite un mejor aprovechamiento de los alimentos.
- Se reducen las enfermedades derivadas del consumo de alimentos en mal estado.
- Al mejorar la conservación, se libera tiempo. Por ejemplo, las niñas pueden acudir más a la escuela, porque no tienen que acudir todos los días al mercado a vender los alimentos obtenidos, lo que se traduce en una importante mejora social a largo plazo.
- Al aumentar la caducidad disminuye la urgencia de venta de los alimentos, con lo que los agricultores pueden vender a precios más justos.
- Las mujeres pueden aportar más a la economía familiar.
- Se emplean materiales cerámicos locales, favoreciendo el desarrollo de la industria alfarera local.
- Se reduce notablemente el consumo de energía, así como las emisiones y residuos asociados a la producción de esa energía.